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José Luis Herranz …IN MEMÓRIAM

Algunos compañeros muy allegados a José Luis Herranz nos envían un escrito en su memoria.

Hace ya unos meses que nos dejaste y a mi memoria vienen los recuerdos de tus palabras, que en vida solías repetir mientras disfrutábamos de los keikos: "¡cogido!", acostumbrabas a decir cuando el centro de uke era tuyo y dominabas por completo el movimiento, exhalando tus "Miii" y aspirando tus "Kaaa", haciendo alusión a Rafa, siempre: "como dice Rafa"; siempre: "como enseña Rafa"; siempre fiel, amigo mío, proyectabas a Uke y dibujabas una sonrisa que significaba el fin de la técnica. Fiel a tu maestro, a la asociación, aún cuando todo estaba en contra, siempre preocupándote por tus alumnos. Tuviste momentos difíciles, empezaste muchas veces, pero nunca te diste por vencido, incluso cuando la enfermedad hizo mella en ti, tu espíritu luchaba sin cesar y, aunando las pocas fuerzas que tenías, te acercabas al Dojo.

Nunca perseguiste Danes, reconocimiento, ni dinero, escuchabas a todos, practicabas con todos, pero luego hacías los deberes y los enfocabas a tus principios y convicciones. Eras menor en grado que muchos, mas muy grande en Aikido. No te importaba no estar al principio de la fila, sabías que el tatami, al final, dictaría su sentencia. Y vaya si se notaba. Sabías que el guerrero sabio puede utilizar todos los elementos contenidos en el cielo y en la tierra. Sabías que un guerrero auténtico percibe correctamente la esencia de las cosas y aprende cómo transformar las técnicas en vínculos de pureza, bondad y belleza. Porque sabías que el Aikido se ocupa de las cuestiones más importantes de la vida y no es cuestión de unas técnicas físicas. Es el arte de vivir bien, en armonía con los otros y en paz con el mundo. Como lo transmitió Morihei: “El cielo está exactamente allí donde te hallas y ese es el lugar para entrenarse”.

Y ahora, amigo mío que ya no estás, bien seguro darías por buena esta plegaria indígena que escribo en tu nombre:

No te acerques a mi tumba sollozando.

No estoy allí, no duermo ahí.

Soy como mil vientos soplando.

Soy como un diamante en la nieve, brillando.

Soy como la luz del sol sobre el grano dorado.

Soy la lluvia gentil del otoño esperado,

Cuando despiertas en la tranquila mañana.

Soy la bandada de pájaros que trina.

Soy también las estrellas que titilan,

Mientras cae la noche en tu ventana.

Por eso no te acerques a mi tumba sollozando.

No estoy allí. Yo no morí.

Hasta siempre amigo. Quedas en la memoria de nuestros corazones, donde la razón nada puede.

 

[Amigos del Club Kanazawa (Valladolid) y Dochang (Palencia)]