aikidotradicional.es

Carlos Jiménez nos envía una crónica de lo ocurrido durante la jornada de convivencia que se celebró el pasado mes de noviembre en Valencia.

El círculo en la arena.

El 4 de noviembre se celebró la primera jornada de convivencia de los dojos de Asociación Española de Aikido Tradicional en la Comunidad Valenciana a la que tuve la oportunidad de asistir, coincidiendo con mi primer aniversario desde que practico Aikido. Nos reunimos alumnos de los dojos La Otra Orilla (Bétera, Valencia), Gimnasio Romera (Xirivella, Valencia), Gorin (Busot, Alicante) y Mushin (Valencia), y estuvimos tutelados por los Senseis José Ballester, Raúl Rayos, Guillermo Garde y Fernando Gómez. El evento tuvo lugar en Gimnasio Club Shinerkan (Valencia) y consistió en una clase dirigida por Sensei Guillermo Garde y Sensei Fernando Gómez cuyo objetivo era compartir la práctica del Aikido con otros compañeros a los que no vemos muy a menudo o incluso no conocemos.

Es extraño considerar a alguien como compañero cuando, realmente, no se conoce a esa persona o no hay una costumbre en el trato con ella, ya sea una costumbre cotidiana y movida por la inercia o bien por voluntad y perseverancia, como acontece en la vida diaria en sociedad. Sin embargo, así es. Dos personas pueden ser compañeros sin apenas conocerse porque ambos van a ofrecer lo mismo que van a recibir: respeto. Eso sucede en el dojo.

La jornada transcurrió más rápida de lo que cabría esperar de dos horas de tiempo. Sensei Guillermo comenzó la clase con la práctica respiratoria seguido de Ukemi y Shikko, para después dar paso a Tachi Waza. Técnicas como Ikkyo Uchi, Kote Gaeshi o Kokyu Nage fueron el ejemplo para instruirnos en la educación de nuestro cuerpo, el control de nuestra mente y la conexión con el espíritu. Eso es lo que se pretende: preparamos nuestro cuerpo y mente mediante la práctica respiratoria para poder aprehender el control de nuestra energía sobre nosotros mismos y sobre el compañero. Aprender a caminar, dice mi Sensei Vicente Gil.

Seguidamente, Sensei Fernando continuó la clase con Aiki Ken, con Suburis como Shomen Uchi, Kesa Giri, Yoko Guruma, Gyaku Kesa Giri y Tsuki. Con el Bokken sucede exactamente lo mismo. De hecho, es un poco más evidente. El Bokken, al tratarse de un objeto que debemos manejar, parece más obvio que necesitamos tener precisión y control sobre él y no hay otra manera de conseguirlo que atendiendo a los detalles más pequeños con el fin de que estén en armonía con todo el movimiento. El Bokken se convierte en una materialización de nuestro cuerpo por donde canalizamos nuestra energía. Es como un bastón que sirve de apoyo a alguien que camina.

Pensar y decir que en esto consiste la práctica de Aikido sería quedarse corto, sería como decir simplemente que el mundo es azul. De hecho uno siempre se queda corto teóricamente hablando y esto no es de extrañar, pues esto se abstrae del aspecto práctico del Aikido: no se va a conseguir nada de forma absoluta, no existe un objetivo final que te distinga o te cambie completamente.

El Aikido es tradición, perseverancia, educación, aprehensión del aprendizaje: es tender a unificar el cuerpo, la mente y el espíritu. Es como dibujar un circulo en la arena de una playa: si eres constante en darle forma irás obteniendo un círculo cada vez más profundo y definido, pero en el momento en que desistes el aire y el agua borrará el círculo y solo quedará una imagen desvanecida.

Todo es lo mismo.

Carlos Jiménez Marco